Atravesando el Acéldama, por Silvia Sánchez

«Luego que clamaron a Jehová en su angustia, los libró de sus aflicciones;
Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, Y rompió sus prisiones. Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque quebrantó las puertas de bronce, y desmenuzó los cerrojos de hierro» Salmo 107:13-16

Hechos 1:18-19 nos dice: ”Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre».

Todos sabemos que en estos versículos, es de Judas de quien se habla. Judas era el discípulo que siempre estaba en un lugar privilegiado al lado de Jesús, pero la historia recuerda a Judas por una sola cosa: Su traición a Jesús.

Por treinta piezas de plata, Judas entrega a Jesús, y con estas, adquirió un campo que representaría su muerte porque luego, desesperado por la magnitud de su traición, se ahorco y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad y todas sus entrañas se derramaron. Ese campo que se llamaba campo del alfarero, después de este suceso, se le llamo Acéldama.

Acéldama viene a ser un testigo silencioso de las últimas horas de vida de Judas. Hoy en día, aunque no lo creas, muchas personas viven allí. Ese lugar es un lugar lúgubre y sombrío, lleno de oscuridad y lloro. Es un lugar de culpas y lamentos por decisiones equivocadas, donde se hace difícil vivir por el hecho de recordar aquello que siempre trae recuerdos negativos a la mente.

Allí vienen los que pensaron en tener un futuro brillante y no lo consiguieron, los que abortaron y se arrepintieron porque ahora no pueden tener hijos, los que robaron y mataron y están encarcelados sin poder disfrutar de una vida familiar, los que perdieron contactos con sus hijos o su pareja por orgullo, los drogadictos que perdieron su salud y no ven la forma de salir de esa adicción, los hijos rechazados, hijos maltratados y que se sienten culpables porque sienten que fallaron. Todos ellos tienen un sentimiento de culpa que está muy ligado con malas decisiones. Su mente está desnivelada, porque allí hay un campo de batalla. La culpa es un gigante que invade tu corazón y si se asienta allí logra arruinar tu vida. La culpa es un gran enemigo y el enemigo solo viene para matar, robar y destruir. 

Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de el mana la vida”

La culpa es el sentimiento más agotador y penoso que una persona puede experimentar. Es como una voz interna que te auto condena todo el tiempo, se convierte en un gigante del que no puedes escapar tan fácilmente.

La buena noticia es que ese gigante puede caer así como cayo Goliat. Si tan solo haces un arrepentimiento verdadero de tu pecado, haya sido grande o pequeño, y te aferras a la palabra de Dios, podrás ser libres de toda culpa, de toda atadura del enemigo, porque Cristo ya pago en la cruz el precio de la salvación y la libertad solamente está en El.

Efesios 1:7: ”en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”

Si sientes que has fallado, no te culpes, solo ora al Señor porque El es Bueno y bueno en gran manera y está listo para escucharte y sacarte del hoyo.

por Silvia Sánchez

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