Cartas de fe para las Mamás que Oran – Carta del Apóstol Pablo a los Romanos, Romanos Capítulo 6- por Daniel Zangaro.

5659412137_2cee56b9b5_s22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6: 22-23

En la actualidad cuando alguien habla de pecado se lo suele tildar con varias etiquetas que van desde antiguo o pasado de moda hasta de fanático religioso. La sociedad actual no quiere ni siquiera oir hablar de pecado, ni de nada que confronte sus vidas, pareciera que todo gira en torno a tratar de alcanzar la propia satisfacción y placer.

Por lo tanto, muchos andan por la vida como si el pecado fuera una simple cuestión de elección individual y como si no dejara ninguna secuela.

El pensamiento moderno trata de quitar de escena el concepto de pecado, fundamentando esto en que el hombre es libre de tomar sus propias decisiones y vivir como quiere. Pero si al ser libre de elegir, opta por una vida en desobediencia a Dios, lejos de encontrar la libertad tan anhelada, terminará cada vez siendo mas esclavo del pecado.

Sin embargo la Biblia nos advierte que todo pecado tiene sus consecuencias. Como bien afirma Mattew Henry en su comentario bíblico, el placer que trae el pecado ni siquiera merece llamarse fruto, sino que al pecar el hombre siembra vanidad e iniquidad. Sabemos que la Palabra nos dice que todo lo que el hombre sembrare, eso mismo cosechará, por lo tanto cuando sembramos pecado, solo es posible recoger frutos de iniquidad.

Aunque al principio el pecado se presente como placentero, dulce y sin consecuencias, sabemos que su final es de muerte.

Cuando el pecado toma mas y más lugar nuestro ser, ciertas áreas de nuestra vida van muriendo. Las relaciones son afectadas, las familias son dañadas y en muchos casos terminamos provocando mayor sufrimiento a nuestros seres mas queridos.

Recordemos que el pecado contamina, contagia y crece. Si tenemos un concepto integral del ser humano, compuesto tanto por cuerpo, alma y espíritu, el pecado, si se lo deja avanzar terminará afectando a la persona en todas las áreas de su vida.

Fundamentalmente el pecado nos separa de Dios y trae vergüenza a nuestras vidas, lo cual nos lleva a querer tapar los hechos o directamente ocultarnos de Dios. De todas maneras, esto no es nada nuevo ya que fue lo que sucedió en el mismísimo jardín del edén. (Génesis 3:10).

A pesar de todo esto, hay buenas noticias para el creyente, ya que a través de Cristo, ya no estamos bajo la condenación de la ley, sino que podemos disfrutar de la gracia de Dios sobre nuestras vidas, sabiendo que el final que nos espera será la vida eterna.

El fruto del pecado es la muerte, pero a través de Jesús el regalo de Dios es vida eterna.

Sólo al creer en Jesús somos libres de la condenación del pecado.

Por lo tanto, es necesario no tener una actitud liviana frente a lo que no le agrada a Dios. Debemos llamar las cosas por su nombre, mas allá de lo que otros pudieran pensar.

En ocasiones será necesario ir en contra del pensamiento actual. Algunos llaman legalista o religioso a todo el que hable de pecado, sin embargo esta es la definición que la Biblia da a la desobediencia a Dios. ¿Cómo llamarlo entonces? ¿Debemos sumarnos al mundo y pensar que todo vale?

Sin embargo cuando llamamos pecado al pecado, estaremos contribuyendo a que las personas puedan ser conscientes de su verdadera situación y extrema necesidad de Dios.

Esto nunca será para juzgar o condenar, sino para que ellos puedan ver que hay buenas noticias para sus vidas. Que a través de la fe en Jesús, ellos también, podrán ser libres de la condenación por causa del pecado.

 Daniel Zangaro

 

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