Día 31/40 días con el Nuevo Testamento, la nueva campaña del Ministerio Internacional Mamás que Oran

Hoy leemos juntos Hebreos, capítulos 1 al 7. Ver link: https://www.biblegateway.com/passage/?search=Hebreos+1&version=RVR1960

CRISTO ES DIOS

En el capítulo 1, la epístola nos revela la preeminencia de Cristo, al cual el Padre constituyó heredero de todo y por quien hizo el universo.  Nos dice que Dios ha hablado muchas veces, se ha manifestado desde la antigüedad, y ha hablado por medio de Jesucristo.  Hace énfasis en la Deidad de Cristo, y describe a su Hijo como el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia.

También afirma que Jesús es superior a los ángeles y Moisés, porque por él se hizo el universo, es su Hijo y está sentado a la diestra de Dios.  Nos presenta a Jesús como el Creador, por quien fue creado del universo, quien sustenta todas las cosas con la palabra su poder.  En esa dimensión de su poder efectuó el perdón de nuestros pecados por medio de su sacrificio. Hemos sido bendecidos con la redención y perdón de nuestros pecados y un intercesor sentado a la diestra del Padre.

Presenta a Jesús, su Hijo, superior a los ángeles, pues ellos fueron creados por Dios. En el plan divino estaba dispuesto que se hiciera hombre, padeciera la muerte y resucitara para destruir al que tenía el imperio de la muerte, el diablo.  Esta hermosa verdad de la victoria de Cristo nos quita el temor a la muerte.  Gloria a Dios.  ¿Lo crees?  Yo lo creo y me gozo.

Cristo es el autor de nuestra Salvación

En el capítulo 2, el autor enfatiza el valor tan grande que tiene nuestra salvación, la cual debemos guardar.  Es por esto que tenemos que santificarnos y ser diligentes.

Él nos ha librado del temor a la muerte

Cristo fue coronado de gloria y honra a causa del padecimiento de la muerte.  Murió como hombre y venció la muerte, resucitando al tercer día.  Su victoria sobre la muerte destruyó a quien tenía el imperio de la muerte, al diablo (2:14-15).  Fue así como nos libró de la muerte eterna, ¡somos libres!

En el capítulo 3, nos presenta a Moisés como el que estaba en la casa de Dios y servía; y nos dice que Cristo era el Hijo sobre su casa, por tanto era superior a Moisés (3:3).  Hay una advertencia; si oímos la voz de Dios hoy, no seamos como el pueblo de Israel, el cual endureció su corazón y no le creyó a Dios.  Por cuarenta años pagaron la consecuencia de su pecado de incredulidad pudieron entrar en su reposo.  Había una promesa y un pueblo incrédulo la perdió; hermanos no la perdamos.  Amén.

Hay un reposo para el pueblo de Dios (4:9)

En el capítulo 4, se nos exhorta a temer y obedecer, porque los que creen en la promesa podrán entrar en el reposo de Dios (1-3, 9, 10, 11). Creer es muy importante para Dios.  ¿Cómo vas a ser parte de su pueblo sin fe?  ¿Quieres disfrutar de sus promesas?  Cree, es necesario creer.

Poder de la Palabra 

Nos describe el poder de la Palabra de Dios, viva y eficaz, su alcance va más allá de lo que se oye(4:12).  “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.  En ella hay palabras de redención, de salud, consuelo, es la voz de Dios clara y segura. Es por la Palabra que muchos hemos venido a los pies del Señor, es el ancla de nuestra fe.  Hay muchas enseñanzas, voces que nos rodean con mensajes que no van de acuerdo con su Palabra.  Persistamos en la sana doctrina de la Palabra de Dios. Pido a Dios que no permita que nos salgamos del Camino trazado en su Palabra.

Cristo el Sumo Sacerdote

Finaliza el capítulo 4, afirmando que tenemos un sumo sacerdote que traspasó los cielos.  No es cualquier sacerdote, él se compadece de nuestras debilidades, porque como hombre fue tentado, pero no pecó.  Estamos bendecidos, nuestro sacerdote llegó al lugar santísimo, está a la diestra del Padre, por tanto, retengamos nuestra profesión.  Gracias a nuestro Señor Jesucristo, estamos invitados a acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Alcanzando misericordia

Cuando pecamos y nos acercamos al trono de la gracia, arrepentidos, alcanzamos misericordia. El perdón fluye por la fe en Aquel que derramó su sangre, y dio su vida para darnos el perdón a nuestros pecados.  No lo merecíamos, pero a Dios le plació salvarnos de la muerte eterna, nos amó tanto que nos mandó a Su Hijo (Juan 3:16).

Son muchos los que miran su pecado, y creen que ya no hay perdón de Dios para ellos. El amor y misericordia de Dios, es por la eternidad y siempre está esperando al hijo que se fue a pecar. Yo les invito a acercarse a Dios, busquen su perdón. No importa lo que hemos hecho, su perdón está a nuestro alcance.  “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (4:16).

Alcanzado salud

Quiero compartirles un testimonio personal, clamé al Sumo Sacerdote y fui bendecida en gran manera. 

Diciembre 2019… de repente aparece un virus muy lejos de los Estados Unidos, allá en la China.  Al pasar los meses, se declara una pandemia, la cual estremece al mundo y a la iglesia del Señor.

Fue un “de repente” que llegó al mundo.  En un abrir y cerrar de ojos se ha paralizado.  Nos encontramos como que estamos detenidos en el espacio, en una burbuja… todo ha sido afectado… las naciones, pueblos, ciudades y villas en lugares remotos están bajo la sombra siniestra de mortandad por causa de un virus microscópico, desolados y tristes.

Es el tema diario, todo gira alrededor de las estadísticas y la triste realidad de un virus mortal aniquilando a la humanidad.  No hay barreras físicas que nos separen y libren del maligno virus.  La sociedad mundial se ha paralizado, ha tomado un giro sin precedentes.  La vida cambió, es un cuadro aterrador, que ha llenado el mundo de enfermedad, dolor, desolación y muerte.

El miedo, el temor está en todas partes, oír las noticias nos abruma y nos hace temblar.  ¿Qué va a pasar?  Sentimos bien adentro mucho miedo e incertidumbre.  Vino a mi mente la pregunta:  “¿Y si entra en mi casa?”

Hace unas semanas el corona virus llegó a nuestra familia… nuestra hija mayor, Rebecca, fue contagiada y llevada de emergencia a un hospital.  Su examen del virus fue positivo. La fiebre era muy alta y apenas podía respirar.  Comencé a llorar y en mi mente se plasmó un cuadro aterrador, Rebecca en un hospital, no puede respirar, no podemos ir a verla y tal vez no la veamos nunca.  Se puede morir mi hija… ¡Oh, Dios!

Fue un momento de mucha angustia y dolor.  Mi esposo y mi familia nos enjugamos las lágrimas y alzamos los ojos al cielo, nos acercamos al trono de la gracia y clamamos a nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo.  Poco a poco se fueron uniendo cientos de hermanos por las redes sociales y en varios países se hicieron cadenas de oración por Rebecca.

A los pocos días, la respuesta de Jesús llegó, visitó a nuestra hija y cesó la fiebre, su oxígeno se normalizó y fue enviada a su casa y no a un respirador en cuidado intensivo. No hay palabras para agradecerle al Señor su pronta respuesta.

Es hermoso tener al Sumo sacerdote a nuestro lado, en medio de la enfermedad.  Si ha llegado la enfermedad a su casa, a los parientes o amigos, vaya en oración, al trono de la gracia y clame a Dios. 

El sacerdocio levítico

En el capítulo 5, se nos presenta al Sumo Sacerdote según la ley.  Dios escogió a Aarón y a sus hijos como sacerdotes (Ex. 28:1).  Cada detalle de su servicio sacerdotal fue ordenado por Dios.  El sacerdote vivía consagrado para el servicio de Dios.  Sus vestiduras eran sagradas, debía presentar ofrendas y sacrificios por los pecados del pueblo y los suyos.  Su labor era a favor de los hombres (5:1), siendo un hombre con debilidades, era el instrumento de Dios para que los hombres alcanzaran el perdón de Dios por medio de la ofrenda

El sacerdocio de Cristo

El sacerdocio de Jesús se nos explica al final de este capítulo en esta manera, “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia y habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen y fue declarado por Dios sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.  El Padre le dio ese título por la eternidad, no era un título dado por el hombre, sino por el Altísimo.

Termina el capítulo exhortando a los creyentes a dejar de ser niños en la fe, cuando debieran ser ya maduros para recibir alimento sólido, capaces de discernir el bien del mal.

Advertencia contra la apostasía

En el capítulo 6, se da una advertencia sobre la apostasía en los tiempos de la iglesia primitiva.  Muchos habían negado la fe, la buena Palabra, gustaron del don celestial y recayeron.  Se hace un llamado a no caer en la apostasía y se exhorta a ser imitadores de aquellos que por fe y por la paciencia heredaron las promesas.

Es triste ver que en estos últimos años la iglesia del Señor ha sido testigo del mover de la apostasía en el mundo entero.  Los medios de comunicación están siendo usados para atraer a muchos creyentes para que recaigan en el pecado y nieguen la fe.  Muchos creyentes han abandonado las filas del evangelio para defender y participar de falsas doctrinas.  La sociedad moderna promueve la apostasía.  Dios nos hace un llamado hoy para que no caigamos en la apostasía, sino que sigamos la fe preciosa en nuestro Señor Jesucristo y sus promesas.

Cristo Sumo Sacerdote

En el capítulo 7 el escritor de los Hebreos vuelve a enfatizar el sacerdocio de Cristo.  Nos presenta la comparación del sacerdocio levítico, dispuesto en la ley, con el sacerdocio de Melquisedec que existía antes de decretar la ley para el pueblo judío.  Melquisedec fue el sacerdote quien Abraham llevó los diezmos. (Génesis 14:18-20) 

En el sacerdocio levítico, eran escogidos de la tribu de Leví.  Debían seguir el ritual que Dios le dio a Moisés para los sacerdotes, consagrarse y ser ungidos.  Una vez al año el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo.

Nos dice la lectura que el sacerdocio de Jesucristo era diferente como lo fue el de Melquisedec, ninguno de ellos ejercieron el sacerdocio de Aarón. Se establece la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el sacerdocio levítico.  Dios declaró que Cristo era el sumo sacerdote del nuevo pacto.  Su ofrenda fue su propia vida, por eso no hay más ofrenda sobre el pecado.

El sacerdocio de Jesucristo es inmutable, eterno, que puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios.  Termina este capítulo diciéndonos; que tal sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos.

Pastora Frances Morales, junto a su esposo el Pastor Danny Morales

Frances Morales 

Esposa del Rev. Danny Morales. Pastora, maestra de español, misionera, conferenciante y escritora. Publicó su libro – Tras las huellas de tu paso en el 2013. Fue misionera en Honduras por 12 años, donde fundó la Escuela Eben Ezer en Comayagua. Por más de veinte años ha viajado por Norte y Sur América, el Caribe y Centro América, predicando y ofreciendo conferencias a matrimonios, damas y jóvenes. (francessaete@hotmail.com)

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