«El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz».
Filipenses 2:6-8 (RVR1960)
Su sacrificio nos motiva a servirle a Él y a otros.
Jesús, aunque es uno con Dios Padre, no consideró sus propios derechos, sino que se convirtió en uno de nosotros y se humilló a sí mismo, incluso hasta morir en la cruz. Dejo que lo flagelaran, humillaran y hasta aguanto todo el dolor de las heridas que le provocaron.
Su propósito era sencillo: como el Hijo de Dios, se ofreció humilde, obediente y voluntariamente como el sacrificio por nuestros pecados. El sacrificio supremo de Cristo por nosotros nos motiva a retribuir en algo a semejante sacrificio, para ello nosotros debemos servirle sacrificandonos por Él, sirviendole con todo nuestro corazón y no sólo a Él si no a nuestro prójimo puesto que es un mandato que Jesús nos dejó antes de su partida. Que debemos predicar a toda nación acerca de Jesús y de su pronta venida.
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Atte.
Lourdes