Viaje de Pablo a Jerusalén
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.
Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.
Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén.
Hechos 21.8-15 (RVR1960)
La firmeza de Pablo conmueve, porque a pesar de la advertencia del profeta Agabo, de que sería preso en Jerusalén, él sabía que estaba siendo guiado por el Espíritu santo, y debía continuar la obra que había sido encomendada en sus manos.
Las emociones de sus discípulos, (con lágrimas y ruegos) no lo hicieron dudar del camino que debía seguir recorriendo, para llevar el mensaje de salvación.
Este episodio de Pablo, siendo exhortado a no continuar su viaje, me hacía volver 9 años atrás en el tiempo, cuando en mi corazón latía un llamado de Dios para venir a esta Nación, pero como le sucedió a él, en los más cercanos podemos encontrar mayor oposición.
Mis familiares (padres y hermanos) no podían entender que tuviera que hacer ese viaje, y que fuera nuestro lugar de residencia definitiva y menos que lo estaba haciendo en obediencia a Dios.
Como le sucedió a Pablo usaron diferentes medios para persuadirme de lo equivocada que estaba, destacando más el contra que el pro, una de esas persuasiones fue que si en algún momento necesitábamos ayuda, ellos estarían lejos para auxiliarnos.
Un montón de cosas pueden decirte los hombres, basados en sus argumentos y emociones pero hay una voz (que si debemos escuchar) que habla más alto en medio de tantas voces y esa es la voz del Espíritu Santo.
Aunque atravesemos dificultades, hacer la voluntad de Dios traerá infinitas bendiciones, no solo para nuestras vidas, sino que también para nuestras familias.
Después de algunos años mis familiares han reconocido, que no fue un mero capricho venir a esta Nación, sino que realmente fue la voluntad de Dios.
Cuando arribe a Australia y pise su suelo por primera vez, lo hice en el nombre de Jesús, y desde ahí hasta hoy, hemos tenido algunas dificultades, pero mayores han sido las bendiciones en respuesta a la obediencia.
¡Hagan Su voluntad y sean bendecid@s!
Lucy Daluz
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