Jóvenes de Avivamiento, día 27/31, por Priscila Leyes de Czerenok

Hoy nos toca leer Proverbios, capítulo 27. Ver link: https://www.biblegateway.com/passage/?search=Proverbios+27&version=RVR1960

¡Que Dios sea el centro de nuestros planes! 

El libro de Proverbios contiene pasajes de la Palabra en los que uno puede meditar una y otra vez, abarcando temas amplísimos. ¡A mi parecer el libro de Proverbios está lleno de perlas preciosas! Específicamente, su capítulo 27 contiene consejos, exhortación, y -en definitiva- enseñanzas para la vida cotidiana. Sin pretender abarcarlo todo, de a poco abordaré algunos versículos del Capítulo 27, iniciando con un tópico que me parece adecuado para este tiempo. 

El primer versículo nos recuerda cuán peligroso es gloriarnos de cosas sobre las que no tenemos control, pues dice: “No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día”. 

Al comenzar este año, seguramente muchas personas en el mundo estaban iniciando un emprendimiento, una nueva carrera, o una nueva familia y -de pronto- se encontraron en medio de una pandemia mundial por Covid-19. Aun en este tiempo, así como Jesús dijo que no nos preocupemos por lo que traerá el día de mañana o por lo que vestiremos, comeremos o beberemos (Mt. 6:25-34), Proverbios nos enseña que cada día trae sus propias vivencias y situaciones que exceden nuestro control. 

En este tiempo de pandemia, Su Palabra nos recuerda lo importante que es depositar en Dios nuestras peticiones y ruegos (Fil. 4:6), y no pretender humanamente tomar el control de nuestra vida o jactarnos, pues -como dice Proverbios- “no sabes qué dará de sí el día”.

Siguiendo esta línea, uno puede preguntarse: si no sé qué traerá el mañana y debo confiar en Dios, ¿significa que no puedo planificar mi futuro? ¡Por supuesto que no! Es positivo -y recomendable- proyectar y hacer planes hacia adelante, pero en cada uno de ellos tenemos que poner a Dios en el centro.

De lo contrario, podemos vernos en una situación como la del “hombre hambriento” del verso 7: El hombre saciado desprecia el panal de miel; Pero al hambriento todo lo amargo es dulce”.

Al seguir nuestros propios planes, desechando las enseñanzas de Dios, corremos riesgo de llegar a un punto en el que nuestra avidez de alcanzar lo que a nuestros ojos vemos como éxito pueden llevarnos a no distinguir lo que es realmente para nosotros. Así, podemos llegar a confundir lo amargo con lo dulce, y lo malo con lo bueno. 

Esto también se nos enseña en el versículo 20: “El Seol y el Abadón nunca se sacian; Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.” Donde vemos una representación de la ambición humana que nunca se sacia, pues busca en lo material la plenitud que no podemos conseguir en lo espiritual.

Por eso, dejemos que sea Dios nuestra guía en cada plan que llevemos adelante y en cada decisión que debamos tomar, y no intentemos ser sabios en nuestra propia opinión (Prov. 3:7). A veces, lo bueno que podemos alcanzar en nuestras fuerzas es enemigo de lo mejor, que es lo que Dios tiene para nuestras vidas.

Si perseguimos nuestros propios sueños y metas, podemos ser escasos porque lo mejor para cada uno de Sus hijos es cumplir el propósito que nuestro Padre tiene para nuestra vida. Vamos a poder ser completamente plenos, cuando cumplamos aquello que Él dispuso para nosotros y cuando caminemos en las buenas obras que preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10).

En consonancia con esto, creo firmemente que cuando seguimos los planes de Dios, que son mejores que los nuestros, Él encamina nuestros pasos. Su Palabra nos enseña que sus pensamientos son de bien y no de mal para darnos un futuro y una esperanza (Jer. 29:11). Seamos diligentes en administrar el sueño de Dios para nuestra vida, pues ello puede traer bendición para nosotros y nuestra familia por generaciones, como dice el versículo 24: “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, Y mira con cuidado por tus rebaños; Porque las riquezas no duran para siempre; ¿Y será la corona para perpetuas generaciones?”

El capítulo concluye en los versículos 25 a 27: “Saldrá la grama, aparecerá la hierba, Y se segarán las hierbas de los montes. Los corderos son para tus vestidos, Y los cabritos para el precio del campo; Y abundancia de leche de las cabras para tu mantenimiento, para mantenimiento de tu casa, Y para sustento de tus criadas.”. Allí, nuestro Padre nos promete que, con el pasar del tiempo, absolutamente nada nos faltará para el vestido, el alimento y la vivienda que precisemos; de modo que -una vez más- podremos comprobar que su voluntad es buena, agradable y perfecta (Ro. 12:2).

¡Lo mejor siempre será que Dios sea el centro de nuestros planes! Hoy es el día para que comiences a avanzar en la dirección que Él tiene para tu vida. 

Priscila Sol Leyes

Priscila Sol Leyes

Esposa de Nicolás, Abogada y Guía de adolescentes 

Boulogne, Buenos Aires, Argentina

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