La Paternidad de Dios: Mi papá es Supermán, por Leandro Pérez Miglino

Paternidad de Dios

Mi papá es Supermán

Quiero contarte algo que me pasó a mí. A medida que leas la historia te darás cuenta que a mí me contaron la historia, tal como yo lo estoy haciendo con vos, porque era muy chico como para recordarla. Pero no acordarme no implica que no haya pasado.

Una noche de 1990, yo tenía unos 3 años. Estábamos festejando una fiesta familiar en la casa de un tío de mi mamá. Era una casa grande y desconocida para mí.

Pero la realidad es que nunca pensé en eso, porque yo jugaba con mis primos y era feliz.

Todos los chicos estábamos corriendo de un lado a otro, divirtiéndonos y jugando. Nada malo podía pasar. Nada podía impedir que esos momentos se disfrutaran.

Sin embargo, de repente, se cortó la luz.

Entonces, lo que hasta hace unos momentos era alegría, ahora era angustia. Lo que hasta hace un rato era un lugar lindo donde estábamos jugando, ahora era un lugar desconocido y me sentía sólo y con miedo.

Por eso, frente a esta situación, lo primero que hice fue gritar con toda la fuerza: “¡Papá!”

En cuestión de segundos, mi papá estaba alzándome en sus brazos y yo, por más que la situación no había cambiado y la luz seguía cortada, ya me encontraba tranquilo.

¿Qué podía pasarme malo si estaba con mi papá?

Lo que yo nunca supe, es que mientras jugaba, corría y daba vueltas en mi mundo feliz con mis primos, mi papá me estaba mirando.

Entonces, cuando llegaron los problemas, no había más luz y lo único que hice fue gritar “Papá!”, para él no fue difícil encontrarme. Porque me estaba siguiendo.

Como a muchos les habrá pasado, mi papá era súperman para mí.

Porque cuando yo no sabía dónde encontrarlo, él vino a buscarme y me levantó. Y en sus brazos encontré todo lo que me faltaba (seguridad, tranquilidad, paz en medio de la oscuridad, descanso).

Esta historia es real en mi vida.

No sólo por aquella noche de 1990, sino porque es una representación clara de lo que, años más tarde, entendí Dios hizo conmigo.

Durante muchos años yo viví “disfrutando la vida”, haciendo lo que a mí me importaba.

Pero un día me enfrenté con un miedo. Llegaron los problemas.

¿Qué pasaba si a mí me tocaba enfrentarme con ese problema que todos conocemos que es la muerte? ¿Qué pasaba si se apagaba de repente la luz de la vida?

Era chico, pero me encontré preguntándome eso. Y tuve miedo.

Y sabía que existía Dios, pero no lo conocía y frente a ese miedo, lo único que pude hacer fue querer buscarlo.

Si era Dios seguramente iba a poder ayudarme con ese problema.

Le pedí perdón haberme perdido años, y Dios me contestó que Él siempre estuvo buscándome.

Y fue tanto el amor que Dios me mostró, que me enseñó que por mí había enviado a Su Hijo a morir en una cruz. Lo hizo por todos, pero también lo había hecho por mí. Que no hayamos estado presentes en ese momento de la cruz no implica que no haya pasado. Dios quiere que le creamos.

¿Para qué creerle a Dios?

Para que todas las personas que levanten su vista al cielo, en medio de los problemas de la vida, puedan encontrar un Dios que nos ama tanto que vino a buscarnos.

Dios nunca perdió de vista donde estaba cada uno de nosotros. Aun hoy Dios sabe dónde estamos.

Por más que para muchos hoy todo es oscuridad, Dios nunca dejó de saber dónde estamos.

Y como les dije, mi papá para mí es súperman, aunque hayan pasado muchos años. Pero también sé que mi papá se equivoca y tiene sus muchos errores como todos.

Pero en el caso de Dios eso no pasa.

Dios no sólo dio a Su Hijo, sino que tiene preparadas cosas que ningún ojo vio ni ningún oído escuchó, ni ninguna mente pensó para Sus hijas e hijos que lo aman.

Y la Biblia, en Romanos 8 nos cuenta un poco más acerca de este Papá que es Dios para todos aquellos que creemos en Él.

Romanos 8:31-32; 38-39

31 ¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra?

32 Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás?

38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios.

39 Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Por ahí no tuviste posibilidad de tener un súperman en la tierra como papá. No te preocupes. En los cielos está Dios, que es el Único Papá que necesitamos para poder atravesar la vida. Solo espera que nosotros lo busquemos, porque Él nunca nos perdió de vista y tiene preparado lo mejor para todos aquellos que lo busquen.

En los brazos de Papá podemos descansar.

Por Leandro Pérez Miglino

www.mamasqueoran.com

Esta entrada fue publicada en La Paternidad de Dios y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.