Cartas de fe para las Mamás que Oran, Romanos 7, por Daniel Zangaro

5659412137_2cee56b9b5_sPorque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.

Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. Romanos 7: 5-6.

Si el hombre está sujeto a la ley y busca justificación por su propia obediencia, continúa de alguna forma ligado al pecado. Como afirma el comentarista bíblico Mathew Henry, solo el Espíritu de vida en Cristo Jesús, puede hacer al pecador libre de la ley, el pecado y la muerte.

Actualmente los creyentes ya no estamos bajo el pacto de las obras, sino en el de la gracia, sujetos al Evangelio de Cristo y no a la ley de Moisés. La alegoría que usa el apostol Pablo comparandolo con el matrimonio nos explica que así como la muerte hace libre del pacto matrimonial al conyuge que sobrevive, de igual forma mediante la muerte de Cristo, fuimos libres de la ley.

Algunos comentaristas dicen que el primer esposo representaba a Adán y a nosotros en él. Pablo nos muestra dos supremacías, las del primer Adán y la del último Adán (Cristo). Por lo cual, estamos unidos a Adán en la debilidad de la naturaleza humana, pero estamos ligados a Cristo a través de la fe, para ya no ser esclavos de la ley.

A través de la muerte de Cristo nos identificamos con El y de esta manera la ley está muerta para nosotros. Aquel primer esposo era Adán y ya no estamos unidos a él. Habiéndonos identificados con Cristo en Su resurrección, ahora estamos unidos al Cristo viviente.

Debemos saber que ya no vivimos bajo esclavitud, pero al mismo tiempo esto nos aporta una buena dósis de humildad, ya que nos hace conscientes de nuestra debilidad humana. Es necesario reconocer nuestra condición de naturaleza caída y como tal pecaminosa. Todos hemos pecado y necesitamos la justificación en Cristo para hallar paz con Dios.

Por lo tanto, si hemos recibido tan abundante gracia y perdón, no miremos a otros con juicio sino con misericordia. Puede que una persona tenga menos tiempo de creyente que nosotros, o quizás que necesite hacer cambios en sus vidas, pero no estamos en un posición de superioridad sobre ellos sino de servicio.

Que podamos ser como cristianos, instrumentos del amor y la misericordia de Dios y no de juicio por la fría aplicación de la ley.

Daniel Zangaro

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.