¿ESTAMOS DISPUESTOS A QUE DIOS NOS CAMBIE?, por el Pastor Jorge Luis Pérez

¿ESTAMOS DISPUESTOS A QUE DIOS NOS CAMBIE?

Vivimos tiempos de permanentes cambios.

Cambios en todas las áreas y en todos los órdenes de la vida.

Muchas veces estos cambios nos afectan nuestra existencia, nuestra conducta, nuestros pensamientos, nuestra forma de ser, nuestras relaciones interpersonales, etc. 

Muchas veces somos conscientes de que necesitamos un cambio en nosotros y “de” nosotros.

La religión, la filosofía, la moral, la ética, la educación, etc. han demostrado a lo largo de los siglos que, son insuficientes para darle paz al corazón humano y para poder encontrar descanso y solución a todos sus problemas existenciales. “No hay paz” dice la Biblia para aquel que se halla fuera, lejos de Dios.

Muchas personas están permanentemente preguntándose: “¿qué me pasa?”; “¿por qué estoy confundido?”; “porque vivo en incertidumbre y no tengo tranquilidad?”; “¿porque no estoy conforme conmigo mismo, con mi vida, con lo que hago, con lo que soy?”.

Quiero compartir una reflexión de la Palabra de Dios en este aspecto.

La Biblia nos enseña que Dios siempre nos dice la verdad, porque Él es la Verdad.

Dios siempre nos ha prometido su Presencia con nosotros, pero nunca nos ha prometido que estaremos libres de problemas, crisis, luchas y dificultades. 

Muchos quisiéramos cambiar para estar mejor pero, ¿qué cambios debemos hacer para ello?.

Las personas casi siempre, pretendemos cambiar en base a: nuestro esfuerzo personal, a proponernos metas de autoayuda y superación, a seguir los consejos de alguno que, con las mejores intenciones, desea ayudar al prójimo, a pagar una consulta para que alguno se “haga cargo” junto a nosotros de nuestras necesidades y nos dé las pautas de orientación y dirección que necesitamos y que no somos capaces de encontrar.

En primer lugar, debemos decir que, los cambios culturales que se han producido en los últimos años en cuestiones esenciales de la vida, han hecho que muchas personas crezcan y de desarrollen física y mentalmente demasiado “rápido” y demasiado influenciados por la cultura de lo “light”, de lo relativo, lo efímero, lo intrascendente y que muchas de estas cosas aparezcan como importantes cuando en realidad, no lo son. El ser humano de este siglo, en muchos casos está huérfano de lo que son los verdaderos valores de la vida.

En segundo lugar, debemos observar que somos sometidos a un permanente “bombardeo” en esta sociedad mediática, que hace que casi todo se centralice en lo polémico, lo negativo, lo conflictivo y afecte nuestras mentes y por ende nuestras vidas.

En la voz de un reconocido psiquiatra de la actualidad: “estamos aturdidos y confundidos por la abundante cantidad de cosas e información que sentimos y vivimos a cada segundo”.

Nuestros antepasados, tenían mucha menos cultura, menos información, menos posesiones, menos exposición, pero estaban más tranquilos y vivían de otra manera, a como nosotros vivimos en la actualidad.

En tercer lugar, aunque siempre lo hubo, parece que ahora la desorientación, la necesidad de encontrarle un sentido y valor a nuestra existencia estaría ocupando el lugar de mayor importancia para las personas.

Las personas no encuentran un rumbo para sus vidas, nada los orienta, nada los tranquiliza, nada los sosiega, nada los conforma, nada los calma.

Estar dispuestos a querer mejorar y cambiar esta muy bueno, pero solos ya hemos comprobado que no podemos.

Para aquella persona que no ha creído en Jesucristo como su Salvador personal, los cambios se harán por medio de su propio esfuerzo, respondiendo a aquellos parámetros heredados, familiares, de contexto, sociales, culturales, y todo lo que “según su propia opinión”, sea correcto o esté bien. Más o menos sería: “voy a hacer lo que me parece”.

Para el cristiano, los cambios serán el resultado de una entrega diaria a la acción de control, dominio y dirección que el Espíritu Santo tenga sobre su persona. En este caso sería: “voy a hacer lo que a Dios le parece”.

Nadie, salvo Jesucristo, puede cambiar a la persona.

No hay ninguna fuerza humana o profesional que pueda equipararse al poder de Dios, pero debemos estar dispuestos y dejarle nuestras vidas en sus manos para que Él entonces pueda actuar.

Podemos ser distintos, podemos encontrar cambios para nuestra vida, podemos vivir cada día de una manera extraordinaria, pero es entregándonos cada día al poder del Señor y haciendo lo que Él nos pide y no, lo que nos parece.

Es adentro de la persona, no afuera, donde Dios obra los cambios; donde Dios modifica los hábitos, donde cambia las conductas, donde pone otros horizontes, donde nos da otras posibilidades, etc.

Allí adentro, en el fondo de nuestra alma, donde nadie llega, donde esta nuestra absoluta privacidad, donde nadie nos conoce, es allí en el tremendo silencio del alma donde Dios nos ha colocado el Espíritu Santo a todos los que en Él creemos, y es allí donde Él puede ayudarnos a cambiar, a ser distintos, a vencer en nuestras dificultades, a vencer nuestras debilidades.

¿estoy dispuesto a renunciar a mi yo, para permitir que Dios viva en mí y se manifieste a través de mí?.

¿estoy dispuesto a dejar mis planes, mis metas, mi sentido común y permitir que Dios me dirija?.

Entonces, si quiero y necesito cambiar la pregunta para nosotros sería: “¿estoy dispuesto a que Dios me cambie?”.

por Jorge Luis Pérez

Ministerio Internacional Mamás que Oran – www.mamasqueoran.com

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