Salmos de IMPACTO para las Mamás Que Oran, Salmo 51, por Daniel Zangaro.

arrepentimiento “Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.” (Salmo 51:9-10).

Este es un precioso salmo en el que David expresa su dolor y arrepentimiento por causa del pecado. El profeta Natán había confrontado directamente el pecado de David al haber este adulterado con Betsabé, una mujer casada con Urías uno de los mas fieles soldados de su ejército.

Para tapar su pecado, David dio la orden para que colocaran a Urías en las primeras filas en el campo de batalla, de esta manera sería rápidamente asesinado por el enemigo y David tendría despejado su camino con Betsabé. Por lo tanto, aquel de quien la Biblia dice que tenía un corazón conforme al corazón de Dios, había quebrantado dos mandamientos: no matarás y no cometerás adulterio.

Luego de esto, David permaneció callado y ocultando su pecado. Quizás todo lo que había hecho no le parecía tan malo porque era el rey y contaba con el favor de Dios. Pero además el adulterio y el homicidio eran considerados “incidentes habituales” en Egipto, Babilonia y Moab.Sin embargo y a pesar de todo, David todavía era un siervo de Dios. Si bien él pensó que todo quedaría oculto y que se saldría con la suya, fue un hombre atormentado mientras duró el período en que ocultó su pecado. “Mientras callé, se envejecieron mis huesos. En mi gemir todo el día.” Salmo 32:3

El profeta Natán llegó para sacar a la luz todo lo oculto y también para darle a David una magnífica oportunidad de arreglar su relación con Dios. Cuando Natán a través de una parábola deja expuesto el pecado de David, él pudiera haberlo negado o simplemente hacer un gesto dando la orden a sus soldados para que lo mataran, tenía autoridad para eso, era el rey y todos le obedecían. Sin embargo admitió lo que había hecho.

Natán continuó diciéndole a David las consecuencias que tendría su pecado, aun cuando Dios ya lo había perdonado. “y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.” 2ª de Samuel 12:8-14.

El salmo 51 es un gran ejemplo de una oración de arrepentimiento, de alguien dolido por haber desobedecido a Dios y no sólo por las terribles consecuencias de su pecado. David solo tuvo convicción de pecado cuando fue confrontado por el profeta Natán. Me pregunto si quizás el episodio con Betsabé no haya sido el resultado de otras desobediencias previas del rey que fueron cauterizando su conciencia. De todas maneras, él finalmente recibe convicción de pecado, se arrepiente genuinamente, pero lamentablemente las consecuencias arremetieron irremisiblemente sobre su vida.

Cuantas veces vemos personas que obran con una impunidad semejante a la de David, con esa arrogancia que da el poder, pensando que nunca tendrán que afrontar las consecuencias de su pecado. Y aún personas que no detentan una posición de autoridad, piensan que sus artimañas y lo que hacen en lo oculto, nunca saldrá a la luz.

Por lo tanto no esperemos un Natán que venga a confrontar nuestro pecado, pidamos al Espíritu Santo que nos de esa convicción para ver claramente las actitudes que desagradan y ofenden a Dios. Y luego como David, hacer nuestra propia oración de arrepentimiento con un corazón humilde y quebrantado. Pídele como el salmista, que te de un corazón puro y que renueve un espíritu recto dentro de ti. ¡Cuanto necesitamos ser verdaderamente renovados! No es tiempo de callar, ni de ocultar sino de ponerse a cuenta con Dios. e

DZ

 

 

 

Por Daniel Zangaro

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